El camino que conduce a la riqueza de los individuos pareciera no admitir una fórmula global que abarque todas las posibilidades que los individuos han creado. Es tan variado el mundo de la economía y los negocios que hasta los economistas son tildados de ignorantes en lo que refiere a metodologías para ganar dinero.
Sabemos, de las teorías del management, del marketing, de la administración de empresas, de la micro y la macroeconomía, de las finanzas, de los proyectos de inversión, de la teoría de juegos, de la negociación y de la filosofía aplicada a la empresa, entre otras ciento de ciencias que se utilizan (eficazmente o no) en el desarrollo del negocio, las recetas cabales que conducen al éxito empresarial.
Sin embargo, me pregunto quién es en definitiva el experto de negocios, de todos y de cualquiera en donde sea. Lo más rápido es contestarse que todo negociante, comerciante o empresario, profesional o no, es experto en su tema.
No sería la respuesta que estoy buscando, admitir que el tan mentado y envidiado know how es el mayor responsable de las ganancias que todos buscamos. Es una visión parcial de la realidad entrepreneurial, acotada a la microvisión de los no académicos, de los miles de emprendedores non estructurados. Quién puede encarnar acaso el personaje de ficción que exploro en la realidad, el intérprete de aquel cuento donde un hombre embrujado convierte en oro todo lo que toca. Los hay, y muchos, ¿pero es ese hombre la encarnación de todos los saberes que nos prometen ser los cientos de master in business administration del planeta capitalista?
¿Cuántos MBA se han enriquecido luego de sus estudios? ¿cuál es el porcentaje de sensibilidad de estos saberes frente al ROA personal de cada egresado?. Y la pregunta fundamental de mi soliloquio arriba como la piedra angular de la pirámide económica, ¿Cuánto puede saber un economista de desarrollo de negocios?
El economista en general hace cumplir en forma inversa una regla hartamente usada sin ley matemática dominante: la suma de las partes es menor al todo. “¡Macroeconomía!”, para conocer globalmente cómo es y será el contexto en el que se desarrollan los negocios, si el tipo de cambio aumentará creceremos como exportadores, el consumidor final posiblemente se perjudicará por una mayor inflación, podremos comprar dólares hoy y venderlos mañana. “Ah, y la micro”, dónde está el precio de equilibrio, cómo se resuelve la telaraña, por qué el consumidor es más propenso a consumir. “Las Finanzas Públicas mantienen el equilibrio de las cuentas del Estado”, impuestos distorsivos, externalidades, costos sociales.
Y el listado de saberes teóricos casi totalmente inútiles a la erupción de ganancias monetarias es tan grande como cinco años de carrera universitaria (muchas veces se prolonga desde dos hasta cuatro años).
“Licenciado, usted que es el experto en negocios, analíceme la viabilidad de plantar frutillas en la localidad de Los Gutierrez para la próxima temporada”
En ese momento no supe si limpiar mi transpiración con un paper de Krueger o revisar los apuntes de comercio internacional (o peor, geometría del comercio internacional).
Pero no seamos pesimistas, los economistas tenemos la evaluación de proyectos de inversión, la teoría de juegos, la estadística descriptiva e inferencial, parte de la macro, parte de la micro, y algo de matemáticas. Seguramente todas para llegar a un resultado logicamente inescrutable, pero empresarialmente inocuo.
Vuelvo como un cuento borgiano al centro de mis laberintos, a los espejos que me develan por las mañanas en un café (en las tardes por las peatonales de los centros comerciales), con todas esas “valiosas” herramientas que me han regalado, ¿cómo soy un negociante-comerciante-empresario exitoso?
El sector privado nos ha arrinconado en la esquina de los “estudios especiales”, de la investigación, del paseo sideral. Contadores, administradores, ingenieros (hasta licenciados en comercio exterior) encajan mucho mejor en el engranaje de la economía. Paradoja edipiana, y Domingo Cavallo dicta conferencias en distintas ciudades...
Vuelvo a la imposibilidad de una ley global del éxito económico, y no puedo aceptarla. Muchos millonarios la conocen (no necesariamente los Bill Gates inventores de un producto). Y muchos de ellos respetan un patrón de comportamiento implícito que no revelarán a nadie, ni siquiera en best seller del tipo “cómo lo hice”, con los que sólo siguen la ley de seguir enriqueciéndose.
Este será un desafío del pensamiento, como John Nash ignoró sus visiones yo me propongo ignorar mis temores y estructuras rígidas. Del polvo al cuerpo y del cuerpo al polvo, la intuición empresaria del hombre engendró las asignaturas de las carreras de ciencias económicas, y desde ellas debo volver a la mente creativa del hombre. La intensidad del uso, el momento, el lugar y todas las dimensiones deben adaptarse al único objetivo irremplazable: ganancias máximas, en el tiempo de dedicación mínimo.
Veamos cuales son las piezas de este juego.
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